domingo, 17 de noviembre de 2013

Isla Santa Rosa. Como debieron verse las islas hace un siglo

Esta es una de mis islas favoritas. Fue la tercera que conocí hace 15 años y en circunstancias que no olvidaré. Llegamos a ella una madrugada de marzo, mi amiga Liliana y yo para hacer un censo de pingüinos. Habíamos salido a las 3 de la mañana desde Pisco y luego de un viaje de 2 horas por el desierto de la Reserva Nacional de Paracas, llegábamos a Laguna Grande, donde un bote de buzos nos esperaba. Hasta ese momento, fue el viaje más tortuoso que había tenido, navegar contra la corriente en la bahía Independencia es cosa seria, sobre todo cuando empiezan los vientos típicos de la zona y el bote avanza a saltos, dándose de "panzasos" como dicen los "pescas".

La casa de Santa Rosa. En el 2006 estaba poblada de cientos de murciélagos.
No siendo suficiente el duro viaje, ahora tocaba rodear a la isla por el mar, en busca de los pocos pingüinos que sobrevivían en ese El Niño, un pescador se paró en la proa y sosteniéndose de un cabo, dirigía al motorista para evitar que encalláramos con algún "bajo", que son rocas que apenas sobresalen del agua.

Casas y muelle que su construyeron para los recolectores de guano
Por suerte nunca paso algo malo, solo el odioso mareo del que fui víctima y de las burlas también, por estar unas 2 horas en el vaivén del mar y usando binoculares.

Una vez en la isla el espectáculo era diferente: una gran casona de madera de dos pisos y dos guardianes, nos dieron la bienvenida, Don Mauro Tomairo y Don Saturnino Ipurre. Por las noches, el aspecto de esa casona es lúgubre por dentro y por fuera. Unos años más tarde, sería testigo de una nocturna "lucha desigual" de Saturnino, por alejar a unos vampiros que sobrevolaban su cabeza.

Piqueros y cushuris,estos últimos, primos del guanay. Dos están sobre su nido hecho de algas
En esta isla normalmente descansan unas 250 mil aves guaneras, unos pocos lobos marinos, pues las mayores colonias están en Morro Quemado a unos kilómetros en la costa más cercana.

Pingüinos mudando plumaje en las orillas rocosas de la isla

Así se ven cuando están cambiando (mudando)
de plumas en el verano.
Pero lo que más me impresiona de esta joyita de la Reserva Nacional de Paracas... y creo que por esto me gusta, es que hoy muestra el paisaje que debieron tener las islas hace más de un siglo, antes del boom del guano, cuando los pingüinos excavaban sus nidos en la capa de guano y compartían la "pampa" con las aves guaneras, donde evolucionaron juntos por miles de años.

Hoy en el resto de la costa, los pingüinos, esas bellas y carismáticas aves, debido a las diversas amenazas e impactos que sufren, viven "desterradas" del lugar en el que evolucionaron: las planicies de las islas; hoy están confinadas a las cavernas y escondrijos en las rocas de orilla, lejos del alcance del mayor depredador que existe...nosotros.

Por ello, tenemos una deuda con estos seres magníficos.

Hasta la próxima.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La Isla Macabí

Esta es quizá la isla con la mayor densidad de aves guaneras de todo el sistema de islas y puntas, un viejo guardaisla me dijo alguna vez: "aquí las aves rebalsan"... y casi tenía razón.

Recuerdo que llegué a ella por primera vez en mayo de 1998 con mi amigo Nacho, cuando trabajábamos en IMARPE. Esa mañana aunque veía su rostro estupefacto cuando llegamos al "cerro", no podía entender lo que sentía al ver la isla totalmente "pelada", recién lo haría meses después cuando la población de aves volvió a la normalidad, estábamos en pleno evento El Niño de 1997-1998. Aun años después recuerdo este episodio cada vez que veo la isla.

Cuando ví esto me dí cuenta a lo que se referían cuando decían que aquí "las aves rebalsan"
Y claro, cualquiera se sorprendería de no ver un solo pájaro en una isla donde a diario duermen y pasan el día, unas 350 mil aves guaneras en un espacio de unos 60 mil metros cuadrados. Para hacerte una idea imagina 350 mil patos en un solo lugar. Y como buenos "patos" que son, producen unas 15 mil toneladas de guano en 9 años.

Listos para estudiar piqueros. Un guardaisla y un biólogo
Otra cosa que siempre me sorprende de esta isla es que, dado su reducido tamaño, los valientes guardianes que en ella viven, están confinados a moverse dentro de unos pocos metros cuadrados, ya que caminar más de 20 metros lineales supone entrar a los dominios de las aves y por supuesto perturbarlas. Hay que tener en cuenta que desde el momento en que uno sube a una isla ya está generando un impacto, pues estamos en un lugar silvestre, así que la vida de estos señores puede tornarse aburrida con el paso de los días.

Así se ve la isla por las madrugadas cuando subíamos a "contar" aves
Recuerdo que un guardián amigo, llamado "Ica", solía caminar el borde del tanque de agua dando unas 20 vueltas por noche antes de irse a dormir.

Otro aspecto relevante de esta isla es su hermosa casa de madera, de dos pisos, quizá la casa de madera mejor conservada de todo el sistema, está hecha de pino y ha resistido podríamos decir...de todo.

Esta es una vista de norte a sur. Casi al centro se ve la playa de los lobos y los pingüino y la entrada a la cueva
Y para terminar, debo mencionar a lo grandiosos lobos marinos, unos 60, que junto con otros 10 a 20 pingüinos de Humboldt, viven en la parte oriental de la isla, en una playa pedregosa que se prolonga por una cueva de unos 50 metros de profundidad a la que ingresé hace unos años para tomar muestras de heces, soy biólogo pues; recuerdo que dentro de la cueva era casi imposible abrir los ojos porque el amoniaco causa un ardor como si te hubieras untado mentol en los ojos y lo peor era que debíamos hacerlo rápido, todo esto junto con los rugidos de algunos lobos que amenazaban con salir del fondo de la cueva, fue una de las experiencias más fuertes que tuve en esos años.

Hasta la próxima.